jueves, 29 de noviembre de 2007

¿Hay que dar a la Teletón?

La Teletón comienza mañana, por si no se habían dado cuenta, y personalmente creo que se trata de una buena obra. La muy buena columna de Cristóbal Orrego el domingo pasado daba una de las razones más potentes para alabar esta campaña: el hecho de que por 27 horas apareciesen en pantalla todas aquellas situaciones no vemos o no queremos ver diariamente. El desprecio por la vida humana “defectuosa”, que se traduce finalmente en los abortos de niños con enfermedades congénitas o en la eutanasia de los ancianos con enfermedades terminales se origina, en gran parte, por el no-verlos, por haberlos finalmente expulsados de nuestro “top of mind” como diría un marketero. Y ya creada la distancia mental, es muy fácil tomar decisiones de carnicero con los más desvalidos. Si no me creen, piensen en ustedes mismos cuando comen una pechuga de pollo comprada en el supermercado, la distancia conceptual entre el producto – la carne de pollo – y el animal mismo, con sus plumas y sus alas, viviendo en un gallinero industrial.

Por eso, apoyo a la Teletón definitivamente. ¿Significa esto que debo dar “cien luquitas” como lo hizo el ministro Lagos Weber el año pasado?

No necesariamente, a pesar de que apoyo a la Teletón lo que me debe preocupar más que nada, si me rijo por criterios racionales, es cuál es el mayor bien que puedo generar con mi dinero destinado a caridad. Dado que tengo recursos limitados – dependo de un sueldo mensual – mi capacidad de realizar aportes a caridad tiene un límite. Considerando eso, debo ver cuál de las organizaciones caritativas, o de las acciones de caridad individual que pueda realizar, tendrá un mayor efecto por mi dinero donado, Tim Harford hace un análisis de este hecho en éste artículo del Financial Times.

Determinar cuál es la mayor rentabilidad social de un aporte no es fácil, y ante la incertidumbre incluso el agente más racional terminará por dispersar su aporte a beneficencia. Sin embargo, hay un criterio muy simple que puede ayudar a guiarnos, la rentabilidad marginal de los proyectos. Sabemos que ésta será marginalmente decreciente conforme aumentan los aportes; en el caso de la Teletón, si ésta tiene aportes por 14 mil millones de pesos (como sucedió en 2006) sé que si aporto 100 luquitas (à la Lagos Weber), el total recaudado será de 14.000.100.000 pesos. No hay que ser adivino para saber que este aporte marginal no representará un cambio en las políticas asistenciales de la fundación, por lo tanto, mi aporte no contribuirá en mucho a la salud de los discapacitados.

¿Más pruebas?

Según el balance de la Teletón 2006 disponible en internet ésta debió de tener excedentes por cerca de 5.900 millones de pesos el año 2006 (ver el gráfico más abajo).



Lo cual quiere decir que la rentabilidad marginal de un aporte, incluso muy sustancial, en la Teletón pasada sólo influyó en las decisiones de inversión y de operación futura de la institución y no en la asistencia directa a los discapacitados.

No digo con esto que no haya que dar, sino todo lo contrario, nuestro compromiso con las obras de beneficencia debe ser serio, pero eso implica a veces dejar el sentimiento de “sentirse bien / sentirse bueno” al dar y evaluar cuáles son las alternativas que ayudarán más al prójimo dado el dinero que daremos.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Luditas del Mundo, uníos...

…no tenéis nada que perder salvo vuestros celulares.

Así podríamos comenzar, parecido a como hacían los libros de la Editorial Progreso en tiempos menos (o más para algunos) felices.

Lo cierto es que el cliché de moda entre la intelectualidad bienpensante es la globalización: o cómo la mayor integración económica entre los países ha aumentado la desigualdad de ingresos. Yo, siendo más creyente en el libre mercado, me tomaba esos comentarios con ligereza y un poco de humor, no podía ser que la desigualdad de ingresos aumentase con el crecimiento económico, sin embargo, el último Informe de Perspectivas de la Economía Mundial, publicado por el Fondo Monetario Internacional y convenientemente titulado “Globalización y Desigualdad” les da un poco de carburante a los acérrimos enemigos del modelo de libre mercado internacional.

¿Por qué esto? Porque el informe se apoya en estadísticas metodológicamente consistentes del Banco Mundial para mostrar que en general la desigualdad de los ingresos ha ido aumentando en los últimos 20 años en todo el mundo (ver gráfico abajo).




De este modo, el opositor vocal y enconado del libre comercio puede argumentar que esta desigualdad es fruto de la mayor apertura que han tenido los mercados globalmente. Sin embargo, esto sólo revelaría que es un mal lector, ya que en el mismo informe se muestran cuáles son los orígenes de este aumento de desigualdad en el mundo.



En este gráfico se nos muestra que si bien la globalización ha incidido en la variación de la distribución de los ingresos, el grueso de la inequidad se origina en el progreso tecnológico (por eso el título de este post). ¿Por qué sucede esto? Debido a que el surgimiento de nuevas tecnologías otorga un premio sustancialmente superior a aquellos que las dominan. Harald Beyer (Estudios Públicos 97, 2005) nos muestra en este gráfico cómo ha ido evolucionando el premio o rentabilidad de la educación en Chile con el tiempo:



Es decir, el progreso tecnológico (y no el libre mercado o la inversión extranjera) serían los principales culpables de que el retorno de la educación terciaria se disparara, contribuyendo con ello a la ampliación de la brecha entre ricos y pobres en nuestro país y el mundo.

Si aplicamos los resultados del informe del FMI a la realidad chilena se aclara en parte lo que planteó el mismo Harald Beyer junto a Patricio Rojas y Rodrigo Vergara en el año 2000 (Estudios Públicos 77, 2000), en este informe se planteaba ya que el nexo entre la apertura comercial y el aumento de la desigualdad era muy tenue y daba esperanzas de que el aumento de la población universitaria aumentaría los ingresos de un grupo importante (y como corolario, que la desigualdad se incrementaría producto de esta alza).

Por lo tanto, echémosle menos la culpa a los tratados de libre comercio y más a los celulares, internet y toda la marea de tecnologías que usamos a diario. Preocupémonos menos de los supuestos culpables de la globalización y tratemos de paliar las consecuencias con más y mejor educación… pero eso da para un nuevo y largo post.

(Otro Disclaimer: La existencia del informe del FMI, así como sus consecuencias para Luditas y antiglobalizadores la obtuve de este artículo de Clive Crook en el Financial Times)