martes, 26 de octubre de 2010

La Vida Barata (o el por qué la mina san José seguía operando)


Ahora ya estamos todos contentos de que el caso de los 33 mineros acabó, pero sabemos que los accidentes en las minas seguirán ocurriendo. Esto nos queda claro después de ver la siguiente noticia  publicada en El Mercurio este fin de semana.

¿Cuánto vale una vida humana entonces? Debe ser más de los 3,8 millones comprometidos en el seguro laboral de Roberto Benítez, que sólo serán un paliativo temporal para los problemas de una cabeza de familia.
Obviamente una vida humana no tiene precio, sin embargo en economía se ha buscado responder a la pregunta de cuál es el valor equivalente de una vida, tomando en cuenta la aversión al riesgo de las mismas personas – los valores obtenidos son altos y en nada comparables a un típico seguro laboral.
A pesar de la incertidumbre en cuanto al monto, lo que sí podemos saber es  que si las acciones de algún agente no se condicen con el valor estimado de las vidas humanas bajo su responsabilidad, lo más probable es que el costo de esas vidas no esté siendo asumido por el que aparece como responsable. El empleador está usando mano de obra artificialmente barata ya que no internaliza los costos  asociados a la muerte o invalidez de sus trabajadores.
Algo de  eso hay en el caso de la mina san José.  A raíz de lo cual envié la siguiente carta a El Mercurio


La Vida Barata

Señor Director:

 El accidente en la mina San José refleja un problema de alcance general: los incentivos que tienen las empresas para disminuir los riesgos laborales son demasiado bajos.  La vida de un trabajador no tiene un costo tan alto que haga que las prácticas más riesgosas se eliminen.
Según veíamos en una entrevista a los dueños de la mina San José, sus trabajadores no estaban asegurados por el alto costo de los seguros. El problema no era que los seguros hubiesen sido caros, sino que el riesgo era muy alto, los empresarios no internalizaron el costo de la vida de sus trabajadores y esa utilidad ficticia fue la permitió que las operaciones continuasen.
Por ello, debemos transparentar los costos del riesgo mediante el uso obligatorio de seguros, impuestos por ley y fiscalizados por la autoridad pública, que hagan que la vida de los trabajadores sea cara.
  Para ello se podría imponer un seguro obligatorio de vida, salud y rescates para los trabajadores de las minas que los cubra con una indemnización significativa, y  que implique como mínimo obtener un monto equivalente a los ingresos futuros que el trabajador habría obtenido.
 Esto implicaría que los riesgos de la operación estarían siendo fiscalizados adicionalmente por una compañía aseguradora, y suponiendo un mercado de seguros competitivo, esto haría que las empresas tuviesen los incentivos inmediatos para tomar aquellas medidas más eficientes en reducir sus riesgos —y reducir así el costo de sus primas— transparentando el costo real que tienen sus operaciones y entregando ventajas competitivas a aquellas empresas que logren avances significativos en la protección de sus trabajadores.
Germán Vera Concha


En resumen, la mina san José tenía números azules porque el costo de la vida de sus empleados no estaba internalizado en la contabilidad.

Esta situación no se limita a la minería, es clásico ver por las noticias las fiscalizaciones a los buses interurbanos previas a fiestas patrias en donde la tasa de infracciones es altísima. Las empresas de transporte saben que al final del día, los seguros obligatorios para pasajeros no representan una parte importante de sus costos de operación, y en caso de un accidente grave, la amenaza de un juicio que se puede prolongar por años hace que las víctimas lleguen rápidamente a un acuerdo reparatorio, la vida de los pasajeros a ellos también les sale barata.


Finalmente hay que agregar que para que la vida de los trabajadores/pasajeros sea cara, el seguro debe ser obligatoriamente impuesto y vigilado por el estado, por un monto considerable y fijado claramente en la legislación. La seguridad es una característica oculta dentro de un producto o de un trabajo, por lo cual no se puede dejar al consumidor/trabajador solo en la evaluación de los riesgos que enfrenta, ya que en ese caso la decisión que se tome no será eficiente.

jueves, 29 de noviembre de 2007

¿Hay que dar a la Teletón?

La Teletón comienza mañana, por si no se habían dado cuenta, y personalmente creo que se trata de una buena obra. La muy buena columna de Cristóbal Orrego el domingo pasado daba una de las razones más potentes para alabar esta campaña: el hecho de que por 27 horas apareciesen en pantalla todas aquellas situaciones no vemos o no queremos ver diariamente. El desprecio por la vida humana “defectuosa”, que se traduce finalmente en los abortos de niños con enfermedades congénitas o en la eutanasia de los ancianos con enfermedades terminales se origina, en gran parte, por el no-verlos, por haberlos finalmente expulsados de nuestro “top of mind” como diría un marketero. Y ya creada la distancia mental, es muy fácil tomar decisiones de carnicero con los más desvalidos. Si no me creen, piensen en ustedes mismos cuando comen una pechuga de pollo comprada en el supermercado, la distancia conceptual entre el producto – la carne de pollo – y el animal mismo, con sus plumas y sus alas, viviendo en un gallinero industrial.

Por eso, apoyo a la Teletón definitivamente. ¿Significa esto que debo dar “cien luquitas” como lo hizo el ministro Lagos Weber el año pasado?

No necesariamente, a pesar de que apoyo a la Teletón lo que me debe preocupar más que nada, si me rijo por criterios racionales, es cuál es el mayor bien que puedo generar con mi dinero destinado a caridad. Dado que tengo recursos limitados – dependo de un sueldo mensual – mi capacidad de realizar aportes a caridad tiene un límite. Considerando eso, debo ver cuál de las organizaciones caritativas, o de las acciones de caridad individual que pueda realizar, tendrá un mayor efecto por mi dinero donado, Tim Harford hace un análisis de este hecho en éste artículo del Financial Times.

Determinar cuál es la mayor rentabilidad social de un aporte no es fácil, y ante la incertidumbre incluso el agente más racional terminará por dispersar su aporte a beneficencia. Sin embargo, hay un criterio muy simple que puede ayudar a guiarnos, la rentabilidad marginal de los proyectos. Sabemos que ésta será marginalmente decreciente conforme aumentan los aportes; en el caso de la Teletón, si ésta tiene aportes por 14 mil millones de pesos (como sucedió en 2006) sé que si aporto 100 luquitas (à la Lagos Weber), el total recaudado será de 14.000.100.000 pesos. No hay que ser adivino para saber que este aporte marginal no representará un cambio en las políticas asistenciales de la fundación, por lo tanto, mi aporte no contribuirá en mucho a la salud de los discapacitados.

¿Más pruebas?

Según el balance de la Teletón 2006 disponible en internet ésta debió de tener excedentes por cerca de 5.900 millones de pesos el año 2006 (ver el gráfico más abajo).



Lo cual quiere decir que la rentabilidad marginal de un aporte, incluso muy sustancial, en la Teletón pasada sólo influyó en las decisiones de inversión y de operación futura de la institución y no en la asistencia directa a los discapacitados.

No digo con esto que no haya que dar, sino todo lo contrario, nuestro compromiso con las obras de beneficencia debe ser serio, pero eso implica a veces dejar el sentimiento de “sentirse bien / sentirse bueno” al dar y evaluar cuáles son las alternativas que ayudarán más al prójimo dado el dinero que daremos.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Luditas del Mundo, uníos...

…no tenéis nada que perder salvo vuestros celulares.

Así podríamos comenzar, parecido a como hacían los libros de la Editorial Progreso en tiempos menos (o más para algunos) felices.

Lo cierto es que el cliché de moda entre la intelectualidad bienpensante es la globalización: o cómo la mayor integración económica entre los países ha aumentado la desigualdad de ingresos. Yo, siendo más creyente en el libre mercado, me tomaba esos comentarios con ligereza y un poco de humor, no podía ser que la desigualdad de ingresos aumentase con el crecimiento económico, sin embargo, el último Informe de Perspectivas de la Economía Mundial, publicado por el Fondo Monetario Internacional y convenientemente titulado “Globalización y Desigualdad” les da un poco de carburante a los acérrimos enemigos del modelo de libre mercado internacional.

¿Por qué esto? Porque el informe se apoya en estadísticas metodológicamente consistentes del Banco Mundial para mostrar que en general la desigualdad de los ingresos ha ido aumentando en los últimos 20 años en todo el mundo (ver gráfico abajo).




De este modo, el opositor vocal y enconado del libre comercio puede argumentar que esta desigualdad es fruto de la mayor apertura que han tenido los mercados globalmente. Sin embargo, esto sólo revelaría que es un mal lector, ya que en el mismo informe se muestran cuáles son los orígenes de este aumento de desigualdad en el mundo.



En este gráfico se nos muestra que si bien la globalización ha incidido en la variación de la distribución de los ingresos, el grueso de la inequidad se origina en el progreso tecnológico (por eso el título de este post). ¿Por qué sucede esto? Debido a que el surgimiento de nuevas tecnologías otorga un premio sustancialmente superior a aquellos que las dominan. Harald Beyer (Estudios Públicos 97, 2005) nos muestra en este gráfico cómo ha ido evolucionando el premio o rentabilidad de la educación en Chile con el tiempo:



Es decir, el progreso tecnológico (y no el libre mercado o la inversión extranjera) serían los principales culpables de que el retorno de la educación terciaria se disparara, contribuyendo con ello a la ampliación de la brecha entre ricos y pobres en nuestro país y el mundo.

Si aplicamos los resultados del informe del FMI a la realidad chilena se aclara en parte lo que planteó el mismo Harald Beyer junto a Patricio Rojas y Rodrigo Vergara en el año 2000 (Estudios Públicos 77, 2000), en este informe se planteaba ya que el nexo entre la apertura comercial y el aumento de la desigualdad era muy tenue y daba esperanzas de que el aumento de la población universitaria aumentaría los ingresos de un grupo importante (y como corolario, que la desigualdad se incrementaría producto de esta alza).

Por lo tanto, echémosle menos la culpa a los tratados de libre comercio y más a los celulares, internet y toda la marea de tecnologías que usamos a diario. Preocupémonos menos de los supuestos culpables de la globalización y tratemos de paliar las consecuencias con más y mejor educación… pero eso da para un nuevo y largo post.

(Otro Disclaimer: La existencia del informe del FMI, así como sus consecuencias para Luditas y antiglobalizadores la obtuve de este artículo de Clive Crook en el Financial Times)

lunes, 29 de octubre de 2007

¿Y si Chile fuese Arica? (El Gran Error II)

El alcalde de Arica está suspendido, así que le tocó al alcalde que subroga hablar con respecto a la amnistía inmigratoria. Por supuesto que está en contra, y con razón, arguye que es una ley que se firmó en Santiago en donde el impacto será mínimo (¿0,25% de la población?) mientras que en Arica los ilegales representan un 4% de la fuerza de trabajo.

Como vimos en el post anterior, esta mayor incidencia dentro de la fuerza de trabajo representará menores sueldos y mayor cesantía para los chilenos en esa zona, así como fuertes incentivos para que más inmigrantes ilegales crucen la frontera a la espera de un nuevo perdonazo.

Algunas personas bienintencionadas dicen que esta medida es útil ya que permite terminar con la explotación de los trabajadores que ya se encuentran ilegalmente en el país. Este tipo de comentarios peca de no atender a la causalidad de los eventos: para terminar con la explotación de los trabajadores ilegales lo que se debe hacer es encarecerlos.

Esto se logra tomando medidas más duras y efectivas en contra de la contratación ilegal, estableciendo multas y medidas ejemplarizadoras contra los que violen la esencia de la ley laboral. De este modo, se eliminarán los incentivos para que una empresa obtenga una ventaja en costos a través del empleo de inmigrantes ilegales, ya que las consecuencias (económicas, penales y reputacionales) no compensarán el riesgo.


Todo lo demás es ‘wishful thinking’, generalmente los que emigran no son los más necesitados de un país, éstos son demasiado pobres como para aspirar a comprar un pasaje. De este modo, si lo que nos anima es un espíritu solidario con nuestros vecinos, ayudemos de la forma que sea más efectiva posible, y no terminemos aceptando por default a quien sea que venga.

El Gran Error

El pasado lunes 22 de octubre la subsecretaría del interior anunció que decretará por oficio una amnistía inmigratoria general para todos los inmigrantes ilegales que hay en Chile, ellos (el gobierno) suponen que son unos 20 mil los que se hayan ilegalmente en el país, de los cuales 15 mil son peruanos; pero esta estimación es sólo eso, una estimación, yo apostaría a que el número podría llegar fácilmente al doble.

Sin consultársele a nadie, se están otorgando beneficios con el dinero de todos los chilenos (una vez legalizados, los nuevos inmigrantes tienen derecho a todos los beneficios de salud y vivienda que tiene un chileno común y corriente) a quienes han permanecido ilegales en Chile hasta ahora, alterando con ello el espíritu de la ley de extranjería e inmigración y perjudicando a aquellos que están más necesitados.

Erróneamente se nos dice que esto no tendrá efecto sobre la inmigración futura, lo mismo se nos dijo hace nueve años atrás; la verdad es que las amnistías generales generan incentivos poderosos para que se trate llegar a toda costa a nuestro país, subsistiendo de alguna forma o de otra hasta que se produzca el nuevo perdonazo.

La realidad norteamericana lo demuestra, según un estudio producido por el National Bureau of Economic Research (George J. Borjas y Lawrence F. Katz, The Evolution of the Mexican-Born Workforce in the United States, Abril de 2005) producto de la inmigración mexicana ilegal entre los años 1980 y 2000 aquellos sin educación secundaria completa, los que se encuentran al fondo de la escala económica estadounidense, vieron sus ingresos disminuidos en términos reales más de un 4%, lo cual implica una diferencia de un 8% total respecto a la situación que tendrían si es que no hubiese existido este flujo inmigratorio, es decir, los ingresos de los menos calificados habrían aumentado en vez de disminuir durante la década pasada de no ser por la inmigración.



Paralelamente, y gracias a un estudio del Center for Immigration Studies (Steven A. Camarota, Dropping Out: Immigrant Entry and Native Exit From the Labor Market,2000-2005, Marzo de 2006). Podemos ver que uno de los efectos de esta caída en los ingresos para los nativos (los no-inmigrantes) producto del flujo migratorio es la correspondiente caída en la participación dentro del mercado laboral. Los inmigrantes no sólo han bajado los sueldos de los norteamericanos nativos más vulnerables, sino que los han bajado tanto que éstos ya tienen pocos incentivos para continuar trabajando en la misma proporción.



En momentos en que la presidente habla de crear un nuevo pacto social no puede sino extrañarnos que se tome una medida que a la larga atentará principalmente contra los más desposeídos, los que menos se pueden defender. La regularización de la inmigración ilegal sólo traerá más inmigración, lo que aumentará la brecha de desigualdad en nuestro país, y terminará por destruir finalmente el capital social de nuestra comunidad, y eso, a la larga, lo terminaremos pagando todos a través de una mayor carga tributaria.



(Gran Disclaimer: Los gráficos y las referencias a los artículos mencionados en este post se pueden encontrar mucho mejor expuestos en este artículo de Martin Wolf para el Financial Times)

miércoles, 24 de octubre de 2007

Somos Tontos, No Pesados

La verdad es que podemos darnos muchas más vueltas de por qué no podemos crecer más rápido, con esto supongo que estamos de acuerdo en que el crecimiento es la única forma de derrotar la pobreza, todo lo demás son paliativos.

Por eso hoy tendré una nueva revelación, la verdad no es que estemos creciendo muy lento, el problema es que estamos ganado mucho para lo que sabemos. Esto quiere decir que estamos obteniendo rentas por sobre nuestras calificaciones debido a la explotación de recursos naturales.

Esto no lo descubrí yo, sino que se le ocurrió revisarlo a Harald Beyer en dos interesantísimos artículos que escribió en la revista Estudios Públicos en los años 2001(Estudios Públicos número 82) y 2005 (Estudios Públicos número 97).

En el primero de ellos, aprovechó que el ministerio de educación, en un arranque de sinceridad comenzó a publicar los resultados de la prueba TIMSS, como lo haría más tarde con la encuesta PISA. En el primer gráfico podemos ver cómo se encuentra Chile en el ranking de países según su rendimiento en matemáticas.



Hay que señalar que acá sólo se muestra el rendimiento de los estudiantes que provienen de hogares de ingreso medio de recursos. En este caso no huno NINGÚN país que tuviese una calificación similar a la de Chile con un ingreso más alto.

Un par de años después, Harald Beyer revisó los datos y ¡Oh fortuna! Ahora sí había un país con ingreso más alto y menores calificaciones en la misma prueba TIMSS, el problema es que se trata de Arabia Saudita, un país que sí le puede echar la culpa a los recursos por hacerlo rico y tonto a la vez.



Si creen que este es un problema de la metodología de la prueba, pues sólo tiene que ver cuáles son los resultados de la prueba PISA, de nuevo nos encontramos muy por debajo de la media que nos correspondería por ingreso.



¿A alguien le extraña entonces que el ministerio de educación estuviese por suspender este tipo de exámenes?

Esto nos demuestra que estamos viviendo con dinero prestado (del cobre, de la madera y de los otros recursos naturales), y que si no nos preocupamos de mejorar la educación que actualmente tenemos fácilmente vamos a caer en nuestra posición de ingreso y competitividad si se da que los recursos naturales que producimos dejan de ser rentables.

lunes, 22 de octubre de 2007

Las Stajanovistas Chilenas

Muchas veces nos preguntamos por qué Chile no crece más rápido de lo que lo hace hoy. Las respuestas pueden ser muchas, el crecimiento se puede generar por la innovación, o por la existencia de una brecha de desarrollo en las economías que puede suplirse con rendimientos superiores a una adición de capital (el llamado catch-up) o lisa y llanamente con la adición de capital a lo bruto.

Esta última modalidad de crecimiento, la de poner agregar capital a tontas y a locas ha sido bastante desprestigiada en la época actual, ya que la forma más simple de adicionar capital con bajo costo es poner a todo el mundo a trabajar.

De este modo, las economías socialistas de la posguerra parecían crecer a un ritmo imparable, todo el mundo debía participar de la reconstrucción del mundo socialista; los stajanovistas tratando de alcanzar las metas de producción de carbón o acero, o bien los menos motivados trabajadores forzados abriendo canales para la irrigación o el comercio.

Pero, ¿a qué viene este argumento con la realidad chilena? Bueno, a que si bien es cierto los excesos socialistas no son recomendables, sí es cierto que para que haya una mayor producción sirve el que más gente esté trabajando.

¿Y quieren saber quién NO está trabajando en Chile? En el gráfico inferior, que se puede obtener de Gapminder, podemos ver la relación entre participación de las mujeres en el mercado laboral y el producto per cápita.



Lo interesante es ver quienes son los únicos países que tienen que tienen una participación de mujeres en el mercado laboral inferior a Chile, pero al mismo tiempo tienen mayores ingresos. La respuesta es simple: Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Bahrein y Omán; que no son precisamente paraísos de la igualdad.

¿Qué es lo que sucede entonces?

Bueno, no se trata de que las mujeres sean flojas en este país, sino que contratar mujeres es caro en Chile, que los beneficios destinados a proteger a la mujer están dispuestos de tal forma que castigan al empleador que contrata sólo mujeres; y que finalmente el paternalismo termina por perjudicar a quien se supone se debiese proteger.

¿Y qué se debería hacer?

La respuesta no es tan simple, pero debiese apuntar a igualar los costos entre contratar hombres y mujeres, algunas medidas que ayudarían a disminuir esta brecha serían:

1. Igualar la edad de jubilación de las mujeres, llevándola a 65 años en primera instancia. Esto haría más atractivo el emplear a mujeres de más de 50 años y capacitarlas, sin el riesgo añadido de que se vayan a ir del trabajo anticipadamente.

2. Disminuir el período prenatal al mínimo recomendado médicamente.

3. Lograr que el período postnatal sea utilizado por cualquiera de los dos esposos dentro de un matrimonio indistintamente.

4. Disminuir la duración del fuero maternal, al mismo tiempo que otorgar un fuero paternal equivalente cuando la esposa legal dé a luz. Con esto se logra el doble objetivo de equiparar los costos de contratación entre hombres y mujeres y de evitar los incentivos a los nacimientos fuera de una familia constituida (se hace “más caro” tener hijos fuera del matrimonio).

Estas son sólo algunas ideas, pero en general se debe apuntar a la ecualización de costos para los empleadores entre hombres y mujeres, así como a incentivar que los permisos maternales o paternales se orienten hacia el bien común de la sociedad.